Siendo las 19:32 pone un trozo de pejerrey en el anzuelo de manera que este quede oculto y tira sin mucha fuerza y en un ángulo de 60° para que caiga naturalmente sobre el agua. Al pasar los minutos contempla el cielo gris por la nubosidad y ya siente que la lluvia lo empapará de recuerdos, una precipitación imaginaria.
Mientras el muelle yace viejo, agrietado pero lleno de vida, como resistiéndose al olvido y la gloria de un tiempo ya ni recordado. Exhibiendo agujeros al agua fría como si de medallas se tratara, como si decenas de rocas fugaces se hubieran ensañado con su presencia al verlo desde el infinito.
De un momento a otro el sedal parece ser tragado por el océano como si lo reclamara para sí, en ese preciso instante arquea la caña hacia arriba sellando así el destino del pez. Este al verse sujeto lucha con toda la fuerza que la madre naturaleza le ha concedido, surcando su ambiente de un lado al otro. las fuerzas parecen parejas pero ninguno está dispuesto a ceder, no ahora.
Por unos segundos que parecieron minutos siente la fuerza de su presa, casi puede sentir su corazón, puede sentir cada músculo agitándose y luchando por ganar en un vínculo que nadie mas puede sentir o siquiera imaginarse.
La contienda ha sido silenciosa y parece que el tiempo en un capricho ha parado su marcha y entonces el majestuoso pez huye del agua internándose en el ambiente de su rival. Quiere ver a quién se enfrenta, desea mirar a los ojos al insolente que se atrevió a desafiarlo y demostrarle que jamás podrá contra él.
Ve al pez majestuoso, casi con una mirada intimidada al ver tan orgulloso salto y maravillado de su tenacidad.
Pasado el minuto del enfrentamiento el pez guía entre los pilares del muelle añejado en una maniobra inteligente casi logrando lanzar al agua a su rival pero su táctica no da resultado y el agotamiento ya está menguando sus fuerzas.
Él comienza a recuperar el sedal del campo de batalla trayendo al campeón vencido a la superficie, subiéndolo al muelle aprecia con mas claridad al glorioso animal ya exhausto. Es una obra de arte en la ingeniería evolutiva, esvelto e hidrodinámico adornado con poderosos músculos y en poder de aletas hermosas.
Estando ahí vencido no espera más que la muerte al percatarse que su cuerpo ya no responde y que aquel captor despiadado acerca sus extremidades asquerosas a sus poderosas fauces. Se queda calmo y aguardando el momento preciso para su último recurso.
Ve al animal con ojos piadozos, respetuosos al sentir la pelea en sus brazos cansados. Extiende sus manos y saca el metal que estaba perfectamente enganchado en el ocico del pez con la mayor delicadeza posible.
Al sentirse liberado de la pieza, en un fugaz moviemiento, toma el dedo índice de este humano que ha osado desafiarlo oyendo su alarido producto del dolor. Ha encajado sus decenas de dientes afilados en la mano de este tonto y le dará una buena lección .
Sintió como si hubiese metido la mano a un rodillo de clavos y el dolor fué inmediato. Las piezas del animal rasgaron medio centímetro la piel pero llegaron profundo.
Ambos se miraron por un instante y como si alguna conexión se hubiese generado entre ellos el pez lo soltó inesperadamente, quedando tendido sobre las maderas centenarias.
Él sintió el vínculo también y ensangrentado tomó al pez que se mantuvo quieto, con una docilidad que jamás se esperó pudiera generarse en este fiero contrincante y sin miedo alguno lo contempló tendido en sus manos luchando por respirar, aferrándose a la vida.
Se acercó al filo del muelle, algunas frases murmuró para el glorioso ejemplar y lo dejó ir.
El pez sintió el agua salada en sus braquias nuevamente alejándose en constante lucha contra el agotamiento pero el no moriría, no ahora, ya estaba de vuelta en su hogar.
Sentado al fin de la estructura histórica y viendo hacia la convergencia del mar y el cielo se ocupó de sus heridas mientras su sangre se perdía en el océano.
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